jueves, 29 de mayo de 2014

¡Alto! podemos (queremos)

Yo guardo la fe, 
tú encuentra el milagro.

Despierto con una canción y es Vetusta Morla tarareándose en mí como un tiovivo de imágenes que me recuerdan a una sociedad sucia que se contenta con rellenar sus huecos con goles y alcohol. Y me parece bien, cuando en los bolsillos no nos dejan más que unos céntimos el último día del mes con los que regatear un puñado de esperanza.

Esperanza.

La que nos devuelve en las europeas un partido que suena a unión e identidad y que bajo el nombre de Podemos reta, a los que nos gobiernan, con una voz contundente y abrumadoramente serena. Pablo Iglesas me da la primera lección a mí, cuando lo escucho desmontar uno a uno a los miembros de una mesa de debate que con el título de directores de medios o políticos manifiestan sin pudor su ignorancia y desvergüenza a millones de espectadores. Desmonta exclusivamente con el lenguaje. Con un idioma como el español que permite manipular, distorsionar e insultar de una manera tan sencilla como lo que reflejan en sus discursos multitud de dirigentes. Él toma la llave maestra de la palabra para argumentar y construir, saltándose la demagogia, con una maestría irritante para muchos.

Que Pablo Iglesias aparezca ahora en escena e inunde las redes sociales hasta convertirse en trending topic en Twitter puede significar tanto como practicamente nada, depende de las expectativas que generemos. No me imagino unas elecciones en los que el núcleo de intelectuales, en el sentido de tener una formación más amplia y rica que muchos de los que ahora nos representan, ganen en las urnas. Sustancialmente, porque la apuesta por la educación es tan ínfima que por desgracia la masa que vota a los que siempre ganan no destaca por su espíritu crítico ni por su cultura. Pero atisbar en el horizonte una representación parlamentaria para los que nos identificamos con la cultura, la filosofía, la ética, la igualdad y la justicia; ya es mucho más de lo que viene ocurriendo hasta ahora.

No busco llamar paletos a los que votan PP o PSOE y eruditos a los que no. Pero sí parece evidente que la gran mayoría de los españoles continúan aferrados al bipartidismo desde una España dividida y enquistada que, lejos de hacernos avanzar, nos entierra por días hasta paralizarnos. Me gusta creer en el nuevo pensamiento: uno fresco y valiente que se empeña en, como la canción de Vetusta Morla, encontrar el milagro.

Somos muchos los que los queremos, aunque nos disolvamos en votos a pequeños partidos o en resignación ante la democracia. Cada vez somos más los que pensamos, desde nuestro barrio o el del país al que tuvimos que marcharnos. Más chavales con edad de voto que se acercan a planteamientos renovados. Somos más. Y aunque no seamos todos, me contento con despertar cada mañana con una canción que tarareando sobre mí me recuerda entre silbidos que: "yo guardo la fe". Ojalá alguien encuentre el milagro.


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