viernes, 27 de diciembre de 2013

El mundo futuro no es 2014



Me voy a sacar un billete de avión, dándole a efectuar pago casi con los ojos cerrados, evitando pensar lo que siempre pienso que me hace pulsar el botón atrás del navegador para hacer las cosas como deben hacerse.

Lo compraré en los próximos días en cualquier momento en que ya los regalos no tengan que entregarse porque toca en el calendario, sino porque surgen de la nada, sin excusas ni razones más que la de una voluntad sin normas.

El mundo futuro es ahora. No se parece a nada, ni es necesario mucho más que una canción como ésta que puede cantarse o bailarse al ritmo de las ganas. Con ganas, se gana y, cuando se evaporan, la música no desaparece, sino que se transforma en suaves balanceos y voces que llegan a susurrar lo que el desaliento nos roba.

Condensar doce meses en dos días y hacer un balance casi da corte de digestión porque la intensidad es la palabra que mejor podría resumir mi último año. Los sueños que no pedí fueron los que se cumplieron y los proyectados resultaron ser como un juego de magia donde al final sólo queda humo que el viento aleja más despacio de lo que nos gustaría.

Por primera vez en mucho tiempo mis ganas de soñar se elevan con una libertad asombrosa. La que concede el no necesitar, la de la pureza de quien ya tiene sin desear, la de la serenidad que da el amor que no se pide y se respira en cada partícula de luz. En todos los nombres y en ninguno específico. Reencontrarse con quien es uno se convierte en una vuelta al hogar y entonces nada ni nadie más hace falta.

Estar solo es necesario, urgente, imprescindible para amar sin necesidades, ni exigencias. Recuerdo la sentencia que hace poco alguien me dijo: "Yo, que puedo estar solo, elijo estar contigo". Fue una frase hermosa que escondía una mentira hoy por hoy no desvelada y es que sólo quien alguna vez ha estado solo, puede constatar que sabe estar solo.

El mundo futuro es aquí y para quienes ya nos sumergimos en él, desnudos y sin nudos, lo entendemos muy bien: estrenar un año nuevo es bordear la trampa de esperar a que las cosas de ahí fuera cambien para descubrir que los nuevos debemos ser nosotros.

Felicidad y facilidad para quienes pasáis por aquí y comentáis y también para los que os resguardáis en el silencio.





jueves, 19 de diciembre de 2013

Paisajes de mujer



Amo a las mujeres desde su piel que es la mía
Gioconda Belli

Es verano en su copa de vino pero el sol de invierno hiela los cristales más antiguos de la ciudad. En sus ojos, el mar; y la lluvia tan sólo un murmullo lejano portador de recuerdos que como olas invisibles se mecen al ritmo de su corazón. Una danza extraña que palpita entre el alivio y el dolor.

La mujer se sienta hermosa sobre la valla, atenta al atardecer, serena y cuidada, inalcanzable como el amor. Junto a ella "la otra", esa figura indefinida e indefinible que escapó de una mentira para convertirse en reflejo y en verdad revelada.

Son ellas que se miran sabiendo que son las mismas y que tras su gafas guardan una historia para contar. La que fue, la que no fue, la que les narraron, la historia que creyeron, la que podría escribirse, la que se comenta, la que se calla. Protagonistas de un sueño en común comparten silencios de escarcha, mientras las estaciones bailan en su cuerpo renovando paisajes y regalando una nueva luz.

Diciembre despide un año de falsos proyectos que ya no importan a nadie, ni tampoco a las mujeres que se observan cómplices de un mismo cuento de hadas y se pronuncian sin palabras. Hay algo en el aire que las reconoce y las vuelve fuertes y completas como ciclones desbocados de amor. Nadie más falta. 

sábado, 30 de noviembre de 2013

Ser mujer y serlo

Pinterest

Una mujer me susurra desde los bosques oscuros de las montañas y la ciudad. Llega como melodía desnuda y hueca en busca de que mis palabras le alcen la voz. Es ella como soy yo y todas vosotras, si pasáis a leerme con inquieta curiosidad o imprevisto azar. 

Somos nosotras las que tantas veces no sabemos quienes somos o a las que nos diseñaron tan exquisitamente bien para que nunca nos pararamos a pensarlo. Yo si me paro, muchas veces, cuando me siento perdida, como todos nos sentimos una vez tras otra cuando la vida nos cambia los planes y hace que nos escuezan los ojos y no sepamos donde mirar.

En las últimas semanas, el tema de la mujer ha sido muy recurrente en mi vida, por experiencias propias y por la cantidad de reflexiones con las que me he cruzado el día Contra la Violencia de Género. Ayer Woody Allen me conmovía en el cine, con su último estreno Blue Jasmine desde el que lanzaba con increíble sutileza y acierto realidades de mujeres que deberían ser absolutamente intolerables. Sobre todo por nosotras, las mujeres y la responsabilidad que tenemos para que cambien las cosas y la violencia en su infinidad de matices se convierta en un capítulo más de la historia.

Como dice Irantzu Varela en su excelente artículo "La mejor defensa": la solución no es un ataque. Ni a los hombres, ni a la política, ni a la ideología... pasa por una transformación interna de nosotras mismas, en primer lugar, y de vosotros mismos, en segundo. Además del poder de la educación, para que nuestras niñas y también niños, crezcan desde otro paradigma.

Así lo cuenta Varela en estos dos párrafos impecables:

Pero hay dos armas infalibles contra la violencia machista. Una, son las mujeres. Mujeres felices, seguras de sí mismas, con conciencia feminista, con la autoestima sana, que se respetan y entienden que tienen un lugar en el mundo. Mujeres que quieren con condiciones y no desean que las quieran mucho, sino que las quieran bien; que disfrutan de su cuerpo tal y como es, que se cuidan para estar mejor, no para gustar; que se miran con ojos generosos, no con reflejos crueles de la mirada ajena. Contra esas mujeres, es difícil ejercer la violencia. Porque no se creen el papel de frágiles satisfactoras de deseos ajenos que les ha asignado el patriarcado.
La otra arma contra la violencia machista son los hombres. Hombres felices, seguros de sí mismos, con conciencia feminista, con la autoestima sana, que se respetan y entienden que tienen un lugar en el mundo. Hombres que quieren relacionarse como iguales, desde la complicidad y la libertad, que se atreven a reconocer sus debilidades y que no tienen nada que demostrar. Esos hombres no ejercen la violencia contra las mujeres. Porque no se creen el papel de duros líderes de las vidas ajenas que les ha asignado el patriarcado.
Con ellos y con el artículo de Faktoría Lila que describe a la perfección dónde estamos una gran mayoría de mujeres que "espera y desespera", concluyo mi post de hoy y acojo dentro de mí a todas las mujeres en las que me reconozco.

Las valientes que no se callaron, las que lo hicieron y me enseñaron desde sus errores, las que amaron y por el camino aprendieron a amarse ellas primero, las que no supieron llegar. Las mujeres que lucharon por encima de vergüenzas y manipulaciones para conquistar derechos y crear conciencia.

A ellas que estuvieron, las que están y las que apenas me conocen, por lo que pueda aportarles para desmontar el mundo de mentira que nos crearon y mirarse con una mirada nueva en el espejo que trascienda la belleza de un cuerpo que se exige perfecto y lleguen hasta quienes realmente son.
¿Y si no se sabe? entonces hoy se convierte en el día perfecto para empezar a investigar.

Igual que en el anuncio de Media Markt: "Yo no soy tonta". (Ni tú tampoco)

domingo, 24 de noviembre de 2013

Ellas

Son ellas las que siempre abrazan, les guste más o menos el ritmo de mis días, el color de mis paisajes azules que prefieren bailar bajo el sol.

Es Carolina tomando mi mano en las avenidas para sacarme lejos del peligro mientras me cuenta la cantidad de canciones de Georgina que le recuerdan a las dos y que cuando las escucha quiere mandarme pero que no siempre lo hace para no ponerme más triste. Pero me dice los títulos asociados a partes de mi vida o personas para que cuando pueda las escuche a volumen muy fuerte mientras grito o lloro, pero saco a todos los demonios fuera.

Son ellas las que siempre escuchan y entienden las espirales de mi interior. O no las entienden, pero me quieren y se inventan planes para que los giros se vuelvan saltos de alegría o saltitos en los charcos.

Es Manuela cocinando en su cocina, amando casi más que yo, lo que yo amo, y odiando, casi más que yo, lo que yo odio; sin ningún tipo de esfuerzo, con un amor espontaneo que no necesita argumentos, ni motivos, ni reproches más que una música de fondo y un plato de pasta recién cocinado.

Es Blanca que pinta mi alma con calaveras de colores que transforman el miedo en risa, el frío en calor.
Es Enka y sus manos abiertas para tirar de mí hacia cualquier espectáculo más amable que los días grises y arrugados que invaden la casa por momentos como fantasmas de humo azul.

Son ellas: Maribel, Celia, Maripi, Maite, Inma, Eva... las que saben amar y lo hacen con palabras y gestos, con horas de tiempo y amor auténtico, el que se da sin esperar nada a cambio y sin ninguna premeditación.

Un domingo cualquiera, como el de hoy, la música suena de fondo y yo pienso en ellas casi con ganas de llorar. Porque con el paso de los años, son ellas las que continúan en el camino y me hacen recordar que en mi trayecto nunca voy sola. Aunque a veces se me olvide, en realidad no conozco la verdadera soledad.

Hoy hago caso a Carolina y pongo fuerte a Georgina. Por las dos y por lo que realmente merece la pena.



jueves, 21 de noviembre de 2013

Estoy viva


Hoy mis palabras, que se atascan de forma apresurada y espesa, no aciertan a decir o callar más allá que a través de otras letras. Yo también encenderé luciérnagas.

Estoy viva 
como fruta madura
dueña ya de inviernos y veranos, 
abuela de los pájaros,
tejedora del viento navegante.

No se ha educado aún mi corazón
y, niña, tiemblo en los atardeceres, 
me deslumbran el verde, las marimbas
y el ruido de la lluvia
hermanándose con mi húmedo vientre,
cuando todo es más suave y luminoso.

Crezco y no aprendo a crecer,
no me desilusiono,
ni me vuelvo mujer envuelta en velos,
descreída de todo, lamentando su suerte.
No. Con cada día, se me nacen los ojos del asombro,
de la tierra parida,
el canto de los pueblos,
los brazos del obrero construyendo,
la mujer vendedora con su ramo de hijos,
los chavalos alegres marchando hacia el colegio.

Si.
Es verdad que a ratos estoy triste
y salgo a los caminos,
suelta como mi pelo,
y lloro por las cosas más dulces y más tiernas
y atesoro recuerdos
brotando entre mis huesos
y soy una infinita espiral que se retuerce
entre lunas y soles,
avanzando en los días,
desenrollando el tiempo
con miedo o desparpajo,
desenvainando estrellas
para subir más alto, más arriba,
dándole caza al aire,
gozándome en el ser que me sustenta, 
en la eterna marea de flujos y reflujos
que mueve el universo
y que impulsa los giros redondos de la tierra.

Soy la mujer que piensa.


Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Asesinos en serie emocionales


Si de algo me gustaba presumir cuando hablaba de los chicos con los que he vivido alguna historia de amor es que nunca había topado con ninguna mala persona. Las historias comenzaban desde la ilusión y la transparencia y se sucedían más o menos tiempo hasta que llegaban a un final, pactado o no, pero fruto de una evolución distinta, un cambio de destino o el final de una etapa.

He podido alardear de chicos honestos que nunca decidieron serme infieles (y no lo fueron) jugar con mis sentimientos, ser posesivos, levantarme la voz, humillarme o gastarme putadas; por enumerar ejemplos de lo intolerable. Pero como en todas las reglas que existen siempre hay una excepción, y la mía ha llegado recientemente de la mano de un encantador de serpientes capaz de embaucar al más resistente (o inocente) ya sea hombre o mujer. Aunque sin duda alguna, las mujeres son su especialidad. Esta tarde se lo decía a mi madre: "Si a todos en la vida nos toca vivir la experiencia de salir con algún cabrón, mi cupo ya lo he cubierto y espero que no me toquen más" y ella me daba la razón y me decía que demasiada suerte había tenido hasta ahora que "todos los hombres son iguales". Yo creo que no lo son, pero este tipo de personas son las que hacen perder la fe a cualquiera.

La mala persona que me arrastró con su encantamiento tiene un perfil de asesino en serie emocional. Es decir, ese tipo de personas guapas, simpáticas, románticas y encantadoras (imaginad al típico comercial resultón que quiere venderos algo y trabaja por objetivos) que se dedican a seducir a la chica hasta conseguirla, entretenerse el tiempo pertinente con ella y después aniquilar su corazón. Llegan, embelesan, devoran y pasan a la siguiente. Así, una tras otra (y siempre que encarte, simultáneamente) con insaciable ansiedad. Van por la vida haciendo daño, moviéndose por el impulso de sus necesidades y por supuesto obviando absolutamente los sentimientos de los demás, orgullosos incluso de pronunciar que son ellos siempre los que dejan sus relaciones.

Lo más grave es que no tienen ni idea, habitan en un mundo paralelo fundado en una gran mentira que ellos mismos se creen provocando una distorsión de la realidad realmente asombrosa. Donde todos ven el daño, el egoísmo, la inmadurez, la falta de empatía o la irresponsabilidad... ellos ven todo lo contrario: una gran preocupación por no hacer daño, un gran interés porque la chica esté bien y un mundo paralelo digno de tratamiento médico. ¿Será que cuando todos ven lo mismo menos uno, igual el problema es de uno? ¿Será que cuando creemos que estamos queriendo a alguien lo que estamos es saciando nuestros intereses hasta que nos conviene o nos aburrimos?

Mi mala persona tiene nombres y apellidos, tan comunes como cualquier español amante del flamenco, los toros, el fútbol y las mujeres, y se ha dedicado a mantenerme en una relación oculta durante meses por su propio interés y temor a su ex, a no afrontar situaciones en las que apostar por mí, después de infinitos discursos en los que me quería hacer creer que yo era su pareja "estable y monogámica" con la que quería estar; y un juego después de dejarme del tipo: "no puedo ofrecerte lo que mereces pero quiero estar igual contigo sin ser una pareja", mientras a la vez también estoy con otra por eso de que me encarta. Pruebo con una y si no puede ser pruebo con otra, alguna caerá. Y me salto, lo que haga falta.

Es fácil que si alguno andáis por aquí leyendo, o alguna, más bien, o sintáis identificados en mucho de lo que describo porque os ha pasado algo muy parecido. Escribir un post como este no es ninguna novedad, pero para mí sí lo es porque es la primera vez en mi vida que alguien se porta así conmigo y la primera en la que me convierto en una víctima más de una colección de chicas que seguramente han sentido lo mismo, si no cosas peores.

Empatizo con las que pasaron por su lado y también con las que pasarán, por lo que a las pobres les espera. Van a creerlo todo, van a sentirlo todo y cuando lleguen las doce en el reloj del príncipe azul la carroza se va a convertir en calabaza y su corazón en otro más de los aniquilados.

Son los asesinos en serie emocionales. Destruyen a sus víctimas por dentro con una cuidada frialdad, mientras cambian de postura y eligen un traje nuevo con el que salir una vez más a conquistar. Ellas no lo saben y lo único que merecen es conocer la verdad.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Deseos que se cumplen

Fuente: Pinterest: Milla Mikra

Que los seres mágicos existen no es algo que haya dejado de creer desde que soy niña, sino una experiencia continua en mi vida de personas que se cruzan en ella para convertirse en ángeles o hadas madrinas.
Cuando esto me ocurre no puedo dejar de conmoverme, porque no encuentro explicación alguna a "por qué a mí" y una incontrolable gratitud me invade por dentro cuando la vida me regala a personas como Celia, Maite, Inmaculada, Pepe o Maripi, entre alguno que otro más.

Tener un pequeño ángel en vida que vela por la salud de tu corazón ya es un regalo a valorar y cuidar día tras día. Pero cuando el milagro se sucede, una, dos, tres y quién sabe cuántas veces, no puedo contener alguna que otra lagrimita de emoción. Soy quien soy en una medida muy alta por lo que personas mágicas y preciosas consiguieron hacer de mí tendiendo la mano en incontables ocasiones, escuchando mis tristezas otras cuantas y lanzando importantes verdades de esas que duele escuchar pero sin las que es imposible seguir creciendo.

Alguna vez lo he dicho, en mis continuos discursos cursis sobre el amor, pero el amor se expande en tantos rincones, que la mayoría de las veces los pasamos por alto, obsesionados como nos volvemos con el amor de pareja. Volvemos éste tan exclusivo, que dejamos atrás el resto de amores indispensables en la vida de todos para nutrirnos como seres completos, multidimensionales y con espacios reservados a todas las personas que finalmente nos conforman.

La nueva hada madrina que se ha cruzado en mi vida se llama Maripi y con su sonrisa amplia y su generosidad llega a mi vida con una varita mágica con la que ir concediendo los deseos que apenas me da tiempo a formular. Este post va dedicado a ella, por creer en mí, trazarme nuevos caminos, abrir horizontes, transmitir alegría, escuchar y formular la inesperada frase que hace que lleve sonriendo tres días: "He encontrado el piso perfecto para ti". Y ha sido verdad.

La vida me regala el ático de mis sueños. Si es tiempo de mudar la piel, yo lo haré en una terraza bajo las estrellas con la Alhambra y Sierra Nevada como testigo de mis sueños. Yo también me mudo :)

jueves, 7 de noviembre de 2013

Marta, Sandra y el amor

Ocurre a menudo.

Cuando Marta se enamora, yo me desenamoro, y en el momento en que alguien vuelve a rescatar mi enamoramiento, ella se pone triste porque por algún motivo se resiente su corazón. Es nuestro baile invisible en el que giramos de la mano a cientos de kilómetros de distancia.

Me gustaría que esta vez igualáramos el ritmo y que la tristeza que se deslizaba en mi pantalla hace unos meses cuando Marta soñó con un sueño que resultó ser de mentira, desapareciera también de mi teclado ahora que la mentira es mía y casi parece de las dos. Me gustaría que nos sincronizáramos en la alegría y la fantasía que ella recupera, ilusianada de nuevo,  y nos lanza tan bien con sus canciones y su desnudez (la de dentro y la de fuera), con sus versos, sus manos limpias y su madurada inocencia.

Entonces la música sería otra más parecida al amor, a ese del que tan poco se sabe y tan pocos saben. Ese que no tiene nada que ver con lo que cuentan, ni con los manuales, ni con lo que se supone correcto de cara a la galería.

Desenamorarse duele tanto como la intensidad de enamorarse. El amor no es lo que pensamos (ni tampoco las personas), ya lo dice Deluxe en su canción, pero yo quiero creer que será mucho mejor.




viernes, 18 de octubre de 2013

Lo que pasa cuando "no pasa nada"

Para volverte sabio debes aprender a escuchar a los perros salvajes que ladran en tu sótano
Nietzsche

Si algo odiaba de pequeña, y todavía lo hago, es la actitud "como si nada" cuando ocurrían cosas importantes que herían, dañaban o afectaban de algún modo las emociones de los demás. De todas las cosas mal enseñadas, que actualmente parece desembocar en una corriente de positivismo muy demandada, se encuentra el optimismo, la actitud alegre ante cualquier acontecimiento y el sobreponerse lo antes posible a lo que nos tira de bruces al suelo. Y claro, entre el bombardeo continuo de este discurso y el terror que nos produce pensar en caer en dramatismos, al final caminamos por la vida perdidos en un huracán de caos interno al que difícilmente sabemos poner orden y ante el que decidimos salir corriendo. Donde sea.

La alegría debería venir de serie en toda cadena genética. La defiendo como hacía Benedetti y soy la primera en reivindicar las sonrisas y el disfrute de las pequeñas cosas. Pero me parece que estamos un poco confundidos con esta idea prestigiosa de que tenemos que ser positivos y que cuando vienen dificultades "no pasa nada".

Pasa. A veces, pasa mucho y es difícil crecer y recorrer el camino cuando nadie nos enseñó como hacerlo o todo nos lo explicaron mal. No vale negar el dolor cuando aparece y buscar evasiones que nos seden y hagan cerrar fuerte los ojos para que sea como si nada, porque la felicidad consiste en estar siempre alegres. Qué mal explicado todo porque cada emoción existe y resulta absurdo mirar para otro lado o taparse los oídos. Entonces se hace más grande, porque las emociones lo que buscan es que las mires y las reconozcas para abrazarlas y dejarlas ir. Con la tristeza, el dolor, la pena, la angustia... también. Y es lo justo para todos. 

Dejarse sentir es ser desde el ser y no desde el personaje de plástico que inventaron para nosotros. Sufrir es otra cosa, quedarse atrapado, revolcarse y alimentar el dolor es otra cosa más parecida a una desesperada llamada de atención o una patología. No se trata de sufrir, sino de vivir el proceso lógico de lo doloroso cuando este llega. Porque así las piezas se recolocan y cada emoción se ubica donde le corresponde completando un maravilloso paisaje interior lleno de matices.

Por eso, es tan importane mirar lo que se mueve por dentro. Por eso, es imprescindible valorar las consecuencias y vivir desde la coherencia porque cuando las cosas ocurren no es como si nada. Qué bueno tomar decisiones y responsabilizarse de las consecuencias para que cuando lleguen sepamos gestionarlas, mirarlas, respetarlas y darle su espacio como merecen. Qué bueno ser libre y elegir con todas las consecuencias, más allá de lo que las emociones simples nos dictan con su "me gusta", "no me gusta", "me apetece", "no me apetece". Vivir así es lo más cómodo y nos convierte en uno más del rebaño humano que camina por las avenidas guiado por la inercia. Son las emociones complejas las que nos retan a ser un poquito más sabios y nos acercan  a reconocer quiénes somos y a vivir más plenamente la vida, desde lo auténtico y real. Tomamos entonces de la mano la libertad y nuestra mirada se vuelve transparente y sincera para mirar sin miedo los ojos del otro. Quizás ser sabio sea un poco eso, mirar esos perros salvajes que menciona Nietzche y sentarnos serenos a su lado hasta conseguir acariciarlos.




viernes, 11 de octubre de 2013

Octubre, otoño

Despertar con la muerte de una ex-piloto de Fórmula 1 podría pasarme fácilmente desapercibido, pero no lo hace.

Octubre se está llevando demasiadas cosas bonitas.

Sólo la música queda... sonando así


lunes, 7 de octubre de 2013

Clicks que salvan

Es sólo el baile con una misma el verdadero. Son solo las manos que se extienden abiertas y puras las que merecen tomarse sin miedo desde el amor más auténtico, libre y real.

Hay "clicks" internos que se producen sin esperarlo, como la última sorpresa de la historia que vienen a cerrar un círculo perfecto. El del principio y el fin. Clicks que te despiertan del letargo y te devuelven un extraño eco que se aleja y convierten todo en un difuminado sueño.

Volver a empezar la vida. Redescubrirse en el viaje. Recuperar el Norte. Sin mentiras.

Cearia Évora y Pedro Guerra poniendo música y voz al corazón


jueves, 3 de octubre de 2013

Nadas



Que te regalen una historia de cuento en la que es fácil parecerse a una princesa y te la arrebaten cuando empiezas a creerla, duele sí o sí y se convierte en algo feo también. Injusto. Innecesario.

Es difícil hablar de justicia cuando intervienen los sentimientos, porque muy pocas veces la cordura viene a poner orden cuando se desata el amor. No es justo juzgar como no lo es correr un tupido velo, por eso en las experiencias a veces la única opción es tenderse con el alma al aire y dedicarse sólo a respirar, porque la energía no es capaz de llegar mucho más lejos. El arte de no hacer nada para sobrevivir a un naufragio, abrir los brazos hacia el sol para dejarse mecer únicamente por un oleaje que te arrastre hasta otras orillas y amaneceres de horizontes espléndidos.

No me gusta juzgar lo injuzgable porque casi nunca existen respuestas para preguntas que se enredan en un bucle en forma de espiral que tiende al infinito. Tantos porqués no caben en la boca, ni en las palabras ni mucho menos en el corazón. Ni intentar entender, ni culpar alivia el alma, por eso yo opto cuando el dolor se instala por rescatar de él el amor que pueda salvarse para aprender a perdonarme a mí y a los implicados en el desastre. No resulta fácil, sobre todo cuando se intentó todo y la apuesta se hizo firme, segura, con manos temblorosas que tomaban a las de al lado para no perder el pulso y con la mirada amplia y transparente dispuesta a abarcar el universo inabarcable que como regalo se expandía en los ojos del otro. La sensación de injusticia supura de todo punto y seguido del discurso y conseguir abrazar esos resquicios de amor para perdonar a quien hizo daño se convierte en una tarea a la que ponerle conciencia.

Aprendemos por el camino, de eso no tenemos duda y sólo caminando se crean las rutas necesarias que conducen a nuestra felicidad y aunque casi siempre andemos a tientas, con la torpeza de un niño, ya no somos unos niños y no vale atribuir a la locura o al sentimiento todo lo que hacemos. Arriesgar para vivir y crecer, experimentar para aprender y madurar para ser impecable. Así se distinguen los mediocres de los sabios: los primeros pasan de puntillas por las historias con los labios endulzados de alcohol y una locura absurda y hueca destinada a generar vacíos; los segundos se sumergen en las experiencias para empaparse cada célula, reír con el corazón abierto a la luna y aprender de la experiencia.

Madurar es un verbo olvidado que llega para salvarnos mientras nos miramos el ombligo. Un verbo para valientes, para quienes miran de frente su vida, la construyen, la abrazan y la protegen de cualquier viento que llegue en forma de amenaza.

Valientes, maduros, humanos... una extraña especie.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Verbo huir


Lo más fácil es huir, aunque también puede ser quedarse, depende de la situación.

Si la comodidad es lo que invade todo, cambiamos un poco la postura y nos quedamos, aunque sepamos que ya nos duele todo el cuerpo y lo siguiente seguramente sea enfermar.

Sin embargo, cuando llega el miedo y todavía parece que estamos a tiempo de sacar un pie fuera para coger carrerilla y cambiar de dirección, los impulsos de hacerlo son tantos que es fácil que cuando menos te des cuenta ya te veas corriendo sin mirar atrás con la vista concentrada en el horizonte, convencida de que dándose un poco de más prisa se llega a un lugar mejor en el que estar a salvo.

No sabemos que a veces el horizonte ya ha llegado y que la huida se convierte en un caminar hacia ninguna parte. Huir es tan sencillo como dar tres pasos atrás y rediseñar la ruta, tan sencillo como sentirse perdido da igual donde se esté o el trayecto que se recorra. Ese salir corriendo casi siempre es para escaparse de uno mismo y de todo lo que tiene dentro que no le gusta enfrentar o no sabe como hacerlo.

Ser como se es, quererse y que te quieran se convierte en el eterno sueño por cumplir. Hace poco una amiga me comentaba su inquietud ante la actitud que parecía estar de moda en nuestro tiempo: esa oda al individualismo desde la que se reinvindica como mejor opción de vida pensar en uno mismo, tenerse en cuenta siempre uno: lo que necesita, lo que le hace bien. Un yo yo yo tan repetitivo como el baile de un yo-yo en el que se pasa del extremo de la importancia de cuidarse al egocentrismo de estar uno siempre primero que el otro. Y como toda actitud extrema pasamos a desvariar y caer en el deliro de un mapa de calles sin salida que nos engaña con atractivas luces de neón.

Mi hermano dice que vamos por la vida llenos de vacíos que buscamos llenar con cosas de fuera, olvidando que es dentro donde tenemos que buscar para sentirnos plenos. Cada vez me parece más cierto. Yo no quiero huir de mí misma porque ahí fuera no existe un sitio para mí. Quiero quedarme aquí dentro, conmigo y con quien quiera tomarme de la mano y acompañarme en el viaje.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Hacerse grande

No me enseñaron a ser adulta, como a ninguno de nosotros, y cuando la mayoría de edad me sobrecogió el corazón a los 18 con la muerte de mi padre supe que ser mayor había dejado de ser una bonita fantasía de planes en el futuro y sueños por cumplir. Ser mayor era una fecha en el calendario, 26 de septiembre de 1999, que se diluiría en mis venas hasta los 32 que tengo ahora.

Cuando de golpe te toca asimilar pérdidas que no habías previsto, ausencias impuestas en tantos momentos de necesarias presencias, aprendizajes de grande que te toca hacer a tiendas, la niña que a los 18 todavía patalea y la adolescente que grita en su rebeldía para recibir el amor que ya nadie reemplazaría quedan prisioneras de una madurez adelantada que no les corresponden. Encadenadas al olvido duermen entre el pulmón derecho y el corazón, escondidas y asustadas.

Crecer siendo grande sin serlo es algo difícil de explicar. Es como vivir en una búsqueda inconsciente en cada acto que se comete de aquello que se perdió en el agujero negro de la muerte pero que se sabe que nunca se encontrará. Sólo un padre puede ser un padre y una madre una madre, todo lo demás sólo pueden ser sucedáneos, espejismos y una apuesta segura hacia el dolor de intentar encontrar lo que se anhela en un sitio equivocado.

Todavía aprendo con esta edad mi dificultad a aceptar lo inaceptable y vivo colgada de la esperanza de que las cosas pueden ser de otra forma y las personas también. Que lo que me gustaría todavía puede ser posible, aunque tantas y tantas veces no haya sido y me empeño y empeño en creer que aún se puede recuperar lo irrecuperable. No es sólo perder, ni la soledad abrumadora del dormitorio de siempre. No son los senderos perdidos en el bosque, los dragones malvados ni las tormentas. Es la aceptación lo que desgarrar siempre por dentro. Aceptar una y otra vez, segundo tras segundo, que los que no están no están y lo que están nunca estarán como necesitas.

Aceptar es el reto. Soltar, perdonar y descubrir que la guerra por fin ha terminado.


jueves, 29 de agosto de 2013

Amarse para amar


Para escribir siempre hay un motivo. La tristeza parece ser una de las musas más inspiradoras y es cierto que cuando el interior tiembla deja salir de sus ranuras emociones que las palabras saben acunar muy bien. La rabia es otra emoción candidata a generar un torrente de imágenes y escenas destinadas a acoger las más abominables acciones que gracias a la escritura encuentran su espacio de expresión sin que se produzcan males mayores. El amor es otra. La gratitud también.

Cualquiera que haga un recorrido por los post de este blog descubrirá fácilmente el tono emocional de mis palabras y las experiencias que me han ido construyendo a lo largo de los años y sobre todo de los últimos meses. "Por sus letras, la conoceréis".

Un periodo de calles a oscuras, luciérnagas en el camino, bosques frondosos poblados de espectros, recorridos sin salida, espejismos y caricias huecas me han empujado (a ratos mecido) hasta una extraña época que como un viaje en el tiempo me arropa en forma de historia encantada, encantada de amor. Tan encantada que se parece a un cuento de ficción desde el que un inventor abre sus manos para reinventarme y al que es imposible decirle que no.

Descubro el amor de la forma más fantástica que jamás habría diseñado yo sola, el de encontrar a alguien que decide quererme a través del amor que se agazapa en mi propio corazón, sentándose cerca y alargando la mano para rescatarlo. Ese que late sólo para uno mismo para convertirnos en grandes, fuertes y hermosos haya quien haya delante, únicos en nuestro reflejo en el espejo. Ese que permite expandir y construir junto a otro y al que es indispensable cuidar y mimar para conseguir nutrirnos de vida. Un inventor ha llegado para definir de nuevo mis trazos, los que se perdieron en el borrador de mi vida. Llega como una apacible brisa a la que recibes con los ojos cerrados y el cuerpo desnudo y abierto. Para llenarte y nacer.


lunes, 12 de agosto de 2013

Vacaciones de ti

No tiene que llegar agosto para tomar un descanso de nosotros mismos. De eso que somos y que no siempre es encantador. Aunque muchas veces lo seamos: encantadoramente encantadores, también somos más cosas que gustan días sí y días no, pero que son.

Si el verano se asocia a la desconexión, las vacaciones y dejar atrás la rutina laboral del año, yo propongo una retirada de nuestra identidad. ¡Llegamos a ser tan aburridos! tan nada que ver con lo demás... que estaría bien de repente ser lo contrario, lo que nunca somos no sabemos muy bien por qué.

Podemos cerrar los ojos, a la hora de la siesta, cuando el aire acondicionado se cuela en nuestro corazón con la intención de darnos un respiro y concentrarnos en esa arteria recién refrescada a ver que encontramos en ella. Estrenar un cuerpo nuevo, el mismo que ya tenemos pero utilizamos siempre del mismo lado. Darle la vuelta y transformarnos en la chica que aspiramos a ser mientras veíamos alguna película o bailábamos una canción en la adolescencia. Ponerle un nombre, comprar la ropa que llevaría, definir sus nuevos hobbies, recortar su peinado, vaciar su cabeza y llenarla de cosas bonitas. Y empezar a creernos, saltar y cambiar el ritmo, mover las caderas a lo hulla hop y descargarnos canciones que nunca hayamos escuchado.

Vamos a tomar vacaciones de quienes somos, para ser lo otro, quizás así atrapemos un trozo de libertad. Jugando, porque el verano es para eso.

Empiezo yo, con esta canción que nunca antes esuché.

viernes, 19 de julio de 2013

Sentir no es una palabra


Sentir no es una palabra. No se dice. No se sabe. Ni sirve pronunciar muy lentamente sus sílabas como si de este modo la vibración llegara mejor al otro y también pudiera estremecerse.

Vivir sintiendo es una riesgografía a la que yo me empeño en ponerle voz o transformarla en un discurso impecable que roce por dentro. Yo sé que no se puede, que los gestos, las canciones o los versos que a mí me diluyen en agua hasta convertirme en charquito son sólo míos y que, aunque me empeñe, nadie tiene acceso a ellos.

He pensando en esto antes, cuando leía uno de los últimos post de Dadanoias y me la imaginaba sentada en el suelo de su casa, bebiendo coca cola en un vaso con hielo y tecleando desde la intensidad de su erótica soledad. Derramándose en todas las letras con el anhelo de recibir una respuesta a este lado de la frecuencia que aliviara sus dedos dormidos y llegara como una caricia entre el pelo. Como el aliento suave de un cachorro temeroso.

Entonces he recordado cuántas veces me ha pasado también a mí sentir de esa manera, como si mi cuerpo fuera a romperse y mis venas estuvieran hechas de cristal, mis ojos de algas y mi saliva de sal. El aire se volviera arena en los dientes y faltara el oxígeno.

Cantar hasta vaciarme. Bailar hasta volverme invisible, ser una partitura torpe y desordenada que no puedo dejar de tararear. Sentir queriendo sentir y hacerlo sin quererlo con la melancolía de que nunca nadie podrá llegar al incierto mar que invade con su oleaje o mece en un lento vaivén.

A pesar de todo, me gusta ser de esta especie y que la vida me haga temblar cuando los que existen en mi sintonía aparecen, un día cualquiera de invierno, para deshacer las estaciones, inventar otra geografía y recuperar de nuevo el Norte.

domingo, 9 de junio de 2013

El mundo que no quiero

Moru vive en la cárcel de llamarse inmigrante, a pesar de que respira el aire de las calles y su celda no tiene barrotes. Su prisión es el color oscuro de su piel y un permiso de residencia que tras seis años en Granada, perseguido como ilegal, le llegó por fin a casa el 25 de mayo. Una tarjeta rígida y coloreada, una fotografía de rostro de ojos profundos y un error en la parte inferior de los datos que podía haber sido un nombre senegalés mal anotado, un apellido impronunciable o un mes de nacimiento mal interpretado. Sin embargo, el despiste del funcionario pasó precisamente por escribir mal la fecha de caducidad del permiso que finalizaba días previos al momento de recibirlo. 

Moru, que se soñaba feliz con sus papeles en regla, llega hoy a visitarnos a casa abatido porque su permiso caducó tres días antes de ni siquiera tenerlo entre sus manos. De nuevo se convierte en una cifra incómoda para un país que encuentra los mejores mecanismos para "derrotar al enemigo" mientras seduce con un discurso edulcorado de igualdad y derechos para todos.

Moru no puede trabajar hasta que llegue otra vez a su buzón un nuevo sobre con papeles que lo aprueben como ciudadano aceptable y le permitan trabajar sin riesgo de ser multado o golpeado, en el peor de los casos, por los oficiales de turno. 

Encontrarlo en el sofá del salón al llegar a casa y escuchar su historia en su español quebrado me remueve tantas injusticias internas que me entran ganas de llorar a su lado. Como él recuerdo a los saharauis: Mohammed, Hamudi, los niños, las mujeres, el equipo que nos desplazamos a los campamentos con cincuenta contenedores de medicamentos que el gobierno de Argel nos bloqueo en el aeropuerto y nunca llegaron a su destino. Vienen a mi mente los españoles de mi edad que se fueron al extranjero con la esperanza de encontrar la oportunidad que España decidió no concederle tampoco a ellos, después de años invirtiendo en formación, trabajando gratis y diseñando sus sueños en papeles coloreados que sólo sirvieron para la fantasia de una papiroflexia transformada en avión o barquito.

Viene a mi mente el documental 15M de mi amigo Rakesh Narwani sobre la movilización del 15M en Málaga y la cantidad de emociones que me removió el pasado viernes cuando vi su proyección en Granada. Otro mundo es posible y juntos se puede. Les guste más o menos a algunos el movimiento 15M transciende mucho más que la queja por la queja. Más allá de la demagogia o la distorsión ideológica, este movimiento supone una prueba abrumadora de unión entre la gente, organización pacífica y lo más importante: creación de conciencia. Por primera vez en mucho tiempo la gente ha salido de su individualismo para pensar de forma colectiva, para mirar los ojos del otro y verse reflejados en ellos, para reconocerse y hablar el mismo lenguaje, para la solidaridad. Y para mí, eso es más que suficiente. Sacudir el polvo de nuestra cabeza y desactivarnos del alineamiento del sistema me parece un primer paso hacia algo, hacia otro modo de hacer las cosas. Hacia un pensamiento crítico que debe traducirse en lo cotidiano.

Vivo la crisis como todos, con varios años ya de no tener para mantenerme, de buscar uno, dos, tres y mil recursos para conseguir lo que deseo: un trabajo digno en lo que se me da bien hacer y me apasiona, y aunque continúo en el camino cada día estoy un poco más cerca. No soy ilegal, pero podría serlo. Tengo una familia y una vivienda en la que morir, si llega el caso, pero podría no tenerla; y gente a mi alrededor que sin un segundo de planteamiento previo ofrece opciones para que yo siga adelante. Esa es mi riqueza. 

La solidaridad supura en la piel de muchos, de cada vez más, y todavía me sorprenden los que nunca se estremecieron con estas realidades, los que no saben de sensibilidad. Para sentir el sentido del mundo, hay que reconocerse en el otro como a uno mismo, descubrir tu miedo en su mirada, notar escozor en tu piel, escuchar el grito ahogado del universo que nos levanta para no permitir ni una injusticia más.
Para eso es preciso levantarse del sillón, mancharse las manos de tierra, masticar la vida.

Yo quiero cambiar este mundo y quiero que tú te vengas conmigo y la única manera que se me ocurre de hacerlo, además de practicar el amor, es contar lo incontable, acallado o inoportuno. No pienso dejar de escribir.





domingo, 2 de junio de 2013

Quedarse conmigo

El mar no lo escucha nadie. La gente lo busca como un sueño en el que reposar la cabeza y descansar de una vida gelatinosa que se le pega a la suela de los zapatos y le impide salir a correr. Creen que las olas pueden salvarlos, lanzarlos a una orilla desierta, sumergirlos en un sueño de sirenas, transformarlos en piratas perseguidores de Peter Pan, mecerlos como a bebés... Sin embargo, cuando llegan hasta su espuma muy pocos saben escucharlo.

Mi entrada de hoy tiene forma de oleaje. Una sucesión de olas que dedicó a quién de vez en cuando me gusta mandarle canciones. Hoy no será una canción, o no sólo. Hoy quiero dedicarle esta lista de emociones con palabras, secuencias, melodías y silencios colados entre líneas para regalar un trocito de amor. Un juego de domingo. Porque así es quedarse conmigo.

1. Un beso que deseo


2. Una aventura pendiente


3. Una chica a la que parecerse



4. Una canción para bailar


5. Un poema al oído





domingo, 26 de mayo de 2013

Estar sola no es de valientes

Esta mañana una señora cerca de los 70 años se ha acercado a la mesa de la terraza donde tomaba el desayuno para decirme sonriente que estaba asombrada de que fuera tan valiente.

¿Por qué, señora? le he preguntado, y me ha contestado que por desayunar sola. La mujer, no había visto hasta ese momento a mi acompañante, y me aseguraba que admiraba a las personas que se sentaban solas en cualquier lugar, a pesar de ser ella alguien solitario.Enseguida ha continuado su paseo para a pocos metros de mí, detenerse de nuevo con otra señora para acariciar a su perrito.

Nadie quiere estar solo a pesar de que cada vez que miro a mi alrededor encuentro a más personas acompañadas que caminan con una mirada indefinida al horizonte en la que sólo se vislumbra nostalgia. Nostalgia seguramente no se sabe de qué. A veces resulta que lo que menos importa es el estado en el que uno está porque los humanos tenemos esa tendencia extraña a la insatisfacción que nos hace vivir con la sensación de que nunca nada es suficiente y lo que no tenemos es justo lo que más necesitamos. O eso nos da por creer.

El otro día le decía a mi hermana que cada vez entiendo menos el amor y que tal como siento y me muevo por el mundo, creo que nunca podré tener pareja, porque todo empieza y se acaba y porque son muy pocos los ejemplos que tengo de felicidad. Se lo contaba mientras le decía que el problema no era ese, sino yo misma, mi personalidad precisamente inconformista, mi necesidad de cosas nuevas, mi impaciencia y atracción por los cambios, mis ansias de inmediatez y libertad, mi estar en la vida de un modo en el que la rutina o la estabilidad en lugar de tranquilizarme, me pone un poco nerviosa. Ella intentaba dar luz a esta perspectiva oscura sobre las relaciones y me daba la esperanza, (por llamarlo de alguna manera) de que sólo se trataba de encontrar a la persona que fuera capaz de ofrecerme todo eso. Alguien activo, inquieto, aventurero, apasionado...

Tal vez esa sea la clave, o de asumir que estar sola no es de ser valientes, como relataba la simpática señora, sino de una elección más nada que ver con lo establecido. Estar en compañía no es garantía de nada, como tampoco lo es estar en soledad. En cualquier caso, está claro que no nos enseñaron a afrontar este tipo de cosas y que la felicidad posiblemente se encuentre dentro de nosotros, en algún hueco del corazón al que no le hacemos mucho caso. Ese momento de parase a escuchar lo que sentimos y es lo mejor para nosotros. El ruido de fuera nos hace sordos a nosotros mismos porque escuchar casi siempre, resulta demasiado duro.

A mí me gusta estar sola, tanto como estar en compañía pero no puedo asegurar cómo de las dos maneras me siento más feliz. La vida es un dilema, qué le vamos a hacer, así que yo me dedico a bailar mientras tanto.

domingo, 12 de mayo de 2013

27 horas

En 27 horas puedes enamorarte y en 29 también, casi con la misma facilidad que desenamorarte. No exactamente igual porque el amor cuando llega arrasa y es muy difícil ponerse a salvo, sobre todo de algo que te hace sentir lo que nada más puede hacerte sentir, ni siquiera eso que tanto te gusta como el helado de galletas oreo o las fresas con nata.

27 horas pueden convertirte en la protagonista de una película increíblemente romántica tan difícil de creer que en milésimas de segundo no puedes creértelo y decides muy a conciencia que desde ese momento ya no vas a querer más, como si se pudiera decidir tranquilamente, mientras te fumas un cigarro lo que vas a sentir por dentro en una planificación exacta de lo más conveniente para todos. Para nadie en realidad.

Cuando un tiempo comprimido y estirado como 27 horas pueden recordarse como la verdad más auténtica del mundo o como la mentira mejor diseñada, la alegría y la tristeza se convierten en un líquido denso que se mezcla con la sangre y te hacen caminar de una manera muy rara, como un títere al que le tiemblan las piernas y titubea en su pequeño escenario.

De todos modos, tener una especie de guión para escribir en formato de corto cinematográfico tiene mucho encanto porque puedes lanzar un estreno super original o incluso inspirarte en los films que otros escribieron y que te hubiera encantado escribir a ti. Una libertad de ciencia ficción con la que inventar tu propia historia en tonos violeta y planos cortos, tan cortos como el amor. Al fin al cabo, puede ser un privilegio,según decidas mirarlo con los ojos todo lo abiertos que eres capaz y el corazón todo lo abierto que eres capaz. Lo malo es cuando piensas que muy capaz no eres. Haber aprendido a comerte una cereza al cien por cien como metáfora de que lo más interesante de vivir es conseguirlo al cien por cien, hace que ya no haya marcha atrás porque todas las palabras y silencios que te componen se transforman en un cien por cien casi insultante.

Y así se intenta seguir caminando, con un montón de ecuaciones en la cabeza a las que no hacer demasiado caso y una canción para tararear incansablemente en voz alta o bajita depende del calor que ese día consiga sentir la piel.


jueves, 11 de abril de 2013

Ser Marta sin ser Marta

Marta me inspira un discurso políticamente incorrecto que nunca me atrevo a escribir yo. Pone palabras, imágenes y siluetas prohibidas a textos que me encandilan y en los que inevitablemente también yo me reconozco hasta hacerme dudar de si mi nombre no será también Marta.

La leo desde hace años cuando nos sumergimos a la vez en la blogosfera, yo en forma de blogger desapercibida que contaba mi día a día sin demasiado pudor, ella apuntando maneras hacia la creación de una marca personal que le ha salido de maravilla. Dadanoias es una visión del mundo femenina, sensual, artística, divertida, y tierna de la que yo continúo enganchada.

Me gusta que se atreva como si me atreviese yo. Su lado exhibicionista, su vulnerabilidad y provocación, su universo en voz alta con letras, canciones e imágenes de un cuerpo frágil y perfecto que no teme mostrar.

Marta es Marta y no es que Sandra quiera ser ella, pero cada vez que nos cruzamos por las plazas de nuestro mapa virtual se me escapa un suspiro extraño desde el que siento como si la conociera. Desde el que me gustaría acercarme a escuchar a voz que imagino cuando leo post como Never Never y me dan ganas de comprarle piruletas en forma de corazón para enviárselas en una caja sorpresa.

Hoy quería dedicar mi artículo a ella y a las formas raras de su tristeza que tantas veces se ha parecido a la mía. Arrancarle una pequeña sonrisa que le haga recordar que la pena puede ser elástica como un chicle, que acaba por no saber a nada y distraer nuestro corazón hacia recintos nuevos en los que un día nos sorprendemos respirando con la mirada puesta en un paisaje inesperado del que, sin habernos dado cuenta, ya formamos parte.

Marta vestida de Kahlo, se sienta conmigo en el banco de cualquier parque urbano por el que la gente pasa sin mirar.  Y tarareamos la canción de una vida galáctica con órbitas invisibles que nos teletransportan y nos transforman en alienígenas inconscientes y absurdos dispuestos a cambiar las leyes de la gravedad.




domingo, 31 de marzo de 2013

Que la vida no iba en serio...

Que la vida iba en serio... decía Gil de Biedma en algún inesperado momento en el que su rutina lo azotó hacia un trascendente pensamiento circular parecido a un charco de alquitrán.

Posiblemente habría terminado de encender un cigarro y de percatarse, en un difuminado segundo de realidad, de que ese zumbido inapreciable de su garganta se trataba de una vida que iba en serio y que le impedía respirar, más allá del efímero humo de su tabaco.

Así me lo imagino yo, al menos, con un gesto concentrado y triste de bolígrafo gastado y papel en el que dejar plasmada esa amargura que no se parecía a ninguna letra del alfabeto.

Gil de Biedma me balancea, todavía muchos años después de aquellos versos que arrasaban mis veinte años y estiraban la retina de mis ojos hacia paisajes inexplorados: azules, verdosos y de muchas formas geométricas. Claro que la vida iba en serio.

Hoy vuelvo a este poeta porque hace poco recordé el poema y pensé que vivir no podía tener tanta importancia y que la actitud trágica en la que nos movemos no podía ser más que una trampa. Pensaba que tal vez si cambiábamos algunas piezas y el puzzle lo transformábamos en juego, la vida no podía ir tan en serio y los rostros estirados y apagados que inundan todos los espejos podrían relajarse y convertir cada mañana en una función distinta alejada de dramatismos.

Porque todo es efímero, de nada sirve engrandecer lo pequeño hasta invocar a un ejército de monstruos que vengan a robarnos el aliento. Hay momentos en los que pienso que cualquier día me muero. Mañana, por ejemplo. No me gustaría hacerlo con la pesada carga de habérmelo creído todo y el profundo dolor de haber sido parte de una sociedad intoxicada de miedo.

No voy a morirme mañana, pero por si acaso de rato en rato, elijo contradecir al poeta y retarlo a la sonrisa de una vida en la que no todo es tan serio.


domingo, 17 de febrero de 2013

La ideología de la imaginación

Si tengo que reconocer que mi modo de pesar se parece a un anuncio de aerolíneas argentinas, no me importa asentir con la cabeza y rendirme. Y si además debo confesar mi enamoramiento por Rodrigo Noya quien supo seducirme en El sueño de Valentín hace unos cuantos años, lo haré sin ruborizarme. Si tengo un hijo alguna vez será como Valentín o Anand y en cualquier caso, espero que se parezca a su padre :P

Y vosotros, ¿sois capaces de guardar un avión en una caja de zapatos?



sábado, 2 de febrero de 2013

La imposibilidad de los vacíos vacíos

pinterest (Karen Lawhorne)
Hay vacíos que no se llenan con nada, por eso lo más importante es darse cuenta cuanto antes. Si lo descubres a tiempo, se ahorra mucha energía en esfuerzos en vano por intentar llenar o que te llenen cosas o personas que jamás lo harán porque los vacíos vacíos dejan descosidos los tejidos internos sin posibilidad de reparación. 

Una vez que localizas esos huecos que a veces son circulares pero otras no, y toman forma de hexágono o de manchas angulosas y elásticas con la propiedad de crecer, el dolor no desaparece y ni siquiera llega a encoger pero el entendimiento se queda anestesiado y no busca ya la razón, porque la tiene. "Los vacíos vacíos se produjeron en el pasado y ya nada ni nadie del presente tiene la capacidad de llenarlos. Ni siquiera tú misma" Y así es. La razón se resigna a lo imposible, ni se resiste, ni pierde un segundo más.

El dolor, sin embargo, pervive eternamente de fondo, como un dolor de muelas amortiguado que por largos momentos olvidas pero que en el instante menos pensado se agudiza, se inflama y en pequeños momentos se vuelve insoportable.

Cuando eso ocurre, lo mejor es bailar bailar bailar, como dice Murakami, y si no puedes hacerlo buscar una habitación en la que desatar tu propia guerra, alinear a tu enemigo, reivindicar justica y brindar la paz.

Aunque vaciarse de los vacíos es una ilusión, importa dejarlos limpios, ordenados y sin polvo. Saberse por dentro aproxima a la serenidad a pesar de que la danza algunos días se vuelva tan triste como un andén congelado de ausencias.

domingo, 13 de enero de 2013

Sobre gritos y agujeros negros

Un agujero negro es una oportunidad, porque las oportunidades si pudiesen dibujarse serían redondas e infinitas como cualquier vórtice espacial. Así me divierte imaginarlas a mí.
Los días de gritos en las colinas en los que mi cabeza puede escuchar palabras que vienen de lejos como ecos sordos en las sienes me gusta pensar en las oportunidades. Las que nunca tuve pero podré tener o las que ahora mismo tengo, a pesar de esos ecos roncos distorsionados que algunos días quedan atrapados en mi cerebro.

Los ecos tienen forma de pájaro blanco: podrían ser mariposas angulosas o albatros; gaviotas o luciérnagas en la oscuridad. Aparecen para contar historias, relatos de un pasado inventado o melodramas románticos de un presente irreal. Susurran al oído, chillan hasta el dolor, derraman despacio versos antiguos sin sonido como palabras pronunciadas bajo el agua; relatan, recrean, mienten y yo los escucho como una radio mal sintonizada que empaña la quietud del espacio.

Ocurre en días agujereados por los que se cuelan los gritos, las palabras, los cuentos que se deslizaron para girar en tiovivo hasta marear.

Es en esas horas cuando me siento a dibujar: coloreo mandalas, hago listas de personas y construyo agujeros negros a mi alrededor. Toco los bordes, acerco el aliento y salto porque yo sé que en los agujeros negros están los muertos que vivieron la vida como una oportunidad.


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