sábado, 24 de diciembre de 2011

La absorbealegrías

Ella había aprendido la alegría no sabía muy cuándo ni mucho menos la manera en la que lo había conseguido. Sus ojos se habían convertido en una intensa mirada oriental, achinada y negra, consecuencia de una sonrisa casi constante en su rostro. Su madre estaba enferma, sus hijos al otro lado del mar, su trabajo largo, pesado, oscuro; su nieta fruto de una violación colectiva, su futuro templado e intermitente como un parpadeo. Como un guiño de luz al que debes estar atento para poder percibir.

Ella que amaba su vida, amaba también el dolor al que había conseguido hacer burla y difuminar con ceras coloreadas. Tanta alegría contenía que faltaban raciones para el resto que apático y desnutrido malvivía entre lamentos de continuados dramas sin solución. El clima un problema, la rutina una tragedia, las personas un castigo y una letanía de desgracias sinfín agazapadas en cada movimiento.

Ella, avara de alegría, había desvalijado a todos los demás que arrastrados por la amargura, la buscaban sin gana pero con furia, ansiosos de aniquilación. Sedientos de recuperar la alegría arrebatada.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los círculos callados del amanecer

Hay una línea delgada que invisible me enreda cada mañana en el minuto preciso del amanecer. Me ata de las muñecas, recoge mi pelo, bordea suave mi cintura hasta sujetarme por los pies, firme y resistente pero sin violencia como un lento trazo alargado en la pureza más blanca de un lienzo. No duele pero inmoviliza y me coloca al borde de la angustia de los días que comienzan sin mapas, ni brújulas, ni guías que despejen los recorridos sin salida. En el borde último de la madrugada, vencida por los hilos del temor, me voy despidiendo, en sueños, de los vampiros que me atrapan o los muertos asustados ante el olvido. Se convierte en una dulce agonía cada segundo justo, que me saca del sueño mientras me retiene y desordena mi cuerpo confundiendo lo onírico con lo real.

Un sordo lamento me encadena, me cuelga del vacío de la noche ante el estallido incierto del alba.

Todos los días el mismo ritual: la presión, al angustia, el placer de las sábanas, las despedidas, el sueño, la vigilia.

Una vida dividida, acuchillada por la ilusión.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Granada y la ciudad mentirosa

En Granada puedes elegir las puestas de sol, su geografía irregular te permite decidir si prefieres el Norte o el Sur para despedirte del atardecer. Todavía no he visto ninguno, pero ahora sé que podré dejarme llevar por la inercia de mis pasos sin ningún tipo de temor, porque ahora sé que ya no existen las trampas, ni los engaños caprichosos impregnando cada esquina.

Ya no existe la angustia que nace de los lugares cuando al pasar por ellos la nostalgia y los recuerdos te acorralan bajo los balcones sin dejarte escapar. Han vuelto a sus refugios los depredadores invisibles que desfilaban como amenaza en la plaza de siempre, el bar de los desayunos o el restaurante japonés. Han descendido hasta las aceras las mentiras que durante años colgaron de las farolas, las que te configuran la ciudad como única y exclusiva, con una sola historia imposible de borrar.
Recorro los lugares como si los estrenara y la libertad que me ofrece la ciudad se cala hasta mis huesos haciéndome estremecer. Granada es para mí y yo para ella, sin nadie más implicado que todo lo que de ella amo y ya no causa dolor.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Jazz o no

Olvidé que el jazz podía ser un buen remedio para la indecisión y el polvo de los dedos. Demasiados días sin escuchar música, encerrada tan sólo en la contracción, la sirena de ambulancias y el viento imperceptible atrapado en el paladar.

El resultado armonioso del oxígeno expulsado a pulmón lleno por un saxofonista de ojos antiguos llamó siempre mi atención, por la nitidez de las notas bailando en los carteles, por el grave de la última corchea que evoca una voz rota de mentira, perdida en la memoria. Llamaron mi atención la prolongación de las pausas como el incesante tocar de trompetas y bajos en una ínfima porción de segundo o en una insoportable letanía de minutos sin fin.
La música es una cosa y el jazz otra y hoy supe algo más de él tras un encuentro amable a la hora del café entre los primeros grises del día.

Oir jazz es como morirse o quedarse estrangulada por una posesión invisible, adictiva, demoníaca.
Así lo hace Chet Baker

domingo, 4 de diciembre de 2011

Los secretos olvidados

Hay algo de moral en las palabras que no pronuncio y se quedan astilladas en las venas azules de mi piel. Son sentencias enseñadas, aprendidas sin saberlo, cuando con cuatro o cinco años censuraban nuestros sentidos con un catálogo de prohibidos nocivos para la salud. No hagas, no pienses, no digas, no tomes, no mires, no toques. Así nos convertimos en cadáveres amordazados obligados a vivir.

Piensa una que está a salvo y que la lucidez y conciencia de la que se enamoró hace algún tiempo, la mantiene por encima de las ermitas, del repicar de campanas silencioso en el que nacen los ángeles que vienen a proteger la ciudad. No reconoce las rutas y olvida los pasadizos por los que escapar, no hay mapas que guíen, ni instinto que valga para un reencuentro con las especies que dormitan en lo órganos minúsculos del cuerpo. La voz oculta desgarra el tiempo y resucita a los ancestros que vuelven a vigilar. Y no hago, no toco, no pienso.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los días que no soy

Se vuelve azul, celeste para tomar un tono gris perla, pasar a blanco y volverse transparente. La piel. La mía. La que tirita bajo la ropa cuando el aliento respira como niebla y se cristaliza el lacrimal. Después la voz se vuelve remolino en la garganta que baja hasta el estómago y se desvanece en humo pálido, invisible a los ojos y a los hombres. Invisible como lo esencial, como el pánico y la ternura. Como la muerte.

Todos me ven pero no existo. Nadie se nombra mi nombre y se disfraza de mi cara para sonreír inventando motivos motivadores, motivos que devuelvan el calor al cuerpo, la voz a las palabras, el horizonte a la mirada.

Cuando me vuelvo transparente la gente cree que me mantengo, que respiro y vivo, pero inconscientes no saben que no hay nada. Algunos días tampoco yo lo sé y me creo y creo que también ellos me creen. Pero sólo es espacio que separa, un abismo infinito de reflejos, de escombros de esperanza.

martes, 29 de noviembre de 2011

Amor neurótico

Por qué no hablar del amor entre tanto hastío en las baldosas y relámpagos en las miradas. Por qué no alejarlo de eufemismos, de vergüenzas y fortalezas muertas. Por qué no llamarlo sin más. Mirarlo de cerca sin pudor. por qué sí a la violencia, sí a la palabra quebrada, al insulto y el machete. Por qué eso sí.
Porque deliramos, nos intoxicamos placenteramente y pedimos más con los puños apretados. Más muertes atómicas, más tinieblas en la noche. Menos juegos, más mentira. Porque hay que aplastarlo. Al amor hay que aplastarlo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Días sin eco

No sé dónde se ha ido la música ni por qué ya son pocos los días en los que me levanto tarareando una canción. Algo ha ocurrido por dentro y mis melodías han bajado de volumen. Ruido y silencio opaco, un túnel como el del metro con vías, laberintos, recovecos. Busco el clic que active un murmullo solemne, que me lleve a una estrofa en voz bajita, a un estribillo cantado y a un baile en libertad. Pero no atino en el movimiento, no puedo ver en esta oscuridad de trenes con estaciones en curva y desconocidos que no se miran, ni se tocan, ni se escuchan, ni se ven. No encuentro entre tanta sombra. Hoy no quiero estar despierta.

Buscando canciones.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La inconsistencia del recuerdo


El olvido existe, por mucho que queramos olvidarlo, y tampoco está tan mal. Esto me recuerda a uno de los temas universales tratados por la literatura y otro tipo de pensamientos a lo largo de la historia y me refiero al ansia que tenemos los humanos por la fama y lo efímero de la misma. Que nos reconozcan a todos nos gusta, si además es en público, la cosa tiene cierto aliciente añadido, pero si milagrosamente conseguimos perpetuar en la memoria no sólo de quienes nos conocieron, sino en la memoria colectiva, el placer interno es tal que ni siquiera sé describirlo. Entre otras cosas por que nunca me lo planteé.

No obstante, dado el caso de llegar a tal cima de reconocimiento y glamour, también resulta absurdo si nos paramos a pensarlo. ¿Quién no conoce a Cristobal Colón, Edison, Eurípides o Cleopatra?, y ¿quién, a pesar de todo, no tiene que hacer un pequeño esfuerzo por ubicarlos en tiempo, espacio y hazaña?. Porque Eurípides suena, pero, ¿qué hizo exactamente? (me voy a mirarlo al google) Ya me vale, un gran poeta griego...

Se nos olvidan cosas y nosotros seremos olvidados. Muy pronto además, bastará una generación como máximo y después pasaremos a ser abuelas, bisabuelas, tatarabuelas y alguien muy lejano en el árbol genealógico de quien le dé por investigar. Y aunque no nos muramos, también nos olvidarán. En vida, ya lo han hecho.

Y también nos olvidaremos nosotros: de cumpleaños, aniversarios, atenciones, abrazos y besos y de personas importantes, que lo fueron y lo serán por siempre por dentro, aunque la conciencia nos diga que se nos olvidaron. ¿Acaso la gente con Alzheimer dejó de amar lo que ya no recuerda? Pero entonces pasaríamos a hablar del amor y ése sí que es un largo tema.

martes, 15 de noviembre de 2011

Pasadizos a la invisibilidad

Últimamente me ha dado por entrar en las iglesias. A veces pienso que si me cuelo allí desapareceré del mundo y dentro de la burbuja de cúpulas y vidrieras, nadie podrá verme y yo no podré ver a nadie. Sólo las impasibles imágenes sagradas que miran melancólicas o suplicantes como si tuvieran algo muy urgente que decir. Entro buscando la nada, el estridente sonido en los ojos del silencio absoluto y la quietud. El olor a vacío. Pero también allí encuentro gente. Alguna que como yo tal vez llegue hasta sus bancos ansiosa de encontrar esa pausa milimétrica que vive eternamente en los altares.


La inmortalidad de las catedrales o las iglesias más antiguas me trae el miedo al corazón, el de la inmortalidad suspendida en los campanarios, transformada en eterno replicar de letanías. No me imagino siempre yo, por el resto de los tiempos, en una edad adulta que avanza hacia la vejez. Ni tan siquiera ser joven en un minuto inquebrantable. No es que quiera morirme, pero la muerte da un algo a la vida, que ya sabemos todos. El sentido, quizás, entre muchas otras cosas que dan miedo y ganas de llorar.

Hoy he pensado mucho en una frase que canta Serrat, no recuerdo bien en qué canción que viene a señalar la poca importancia de vivir o morir.

Martes.

Noviembre.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Lo raro es vivir

Buceo, con el aire contenido a pulmón abierto, sin aletas ni gafas que enfoquen mejor. Me sumerjo después de mucho tiempo en la tibieza del aire fresco que trae noviembre, el silencio interrumpido por los que pasean en los parques y el olor a tierra estrenada. Estiro mis brazos y acuno a Martín Gaite a quien comencé a amar cuando a mis diecinueve años me mostró nuevas maneras de mirar el mundo, otros matices interiores, infinidad de puertas por abrir. La tomo de la mano torpemente, mientras cojo aire para no ahogarme entre la sucesión de acontecimientos que está dispuesta a narrarme, a quemarropa, con la lucidez y claridad de quien escribe sin retórica, expuesta al mundo desde la más absoluta desnudez.

Cierro los ojos para abrirlos ampliamente y leer. Capitulo uno, El planeta de cristal. Por un instante me imagino  metalingüística, transformada en una palabra. La palabra que soy: Sandra. Como si repentinamente me hubiese convertido en esa sucesión de letras bailables y cambiantes con tantas formas por adoptar, y fuese yo quien está escrita en un libro como protagonista de la historia que protagonizo que no es más que la de mi propia vida, pero que pasa a dibujarse como vida de otro, del lector omnipresente, ajeno y extraño que ha comenzado a leerme. Se sienta en cualquier otro parque con su libro entre las manos y su mirada muy abierta y concentrada en mí. Me da por levantar la vista hacia arriba, como si acaso el lector imaginario estuviera colgado de un árbol y al levantar mi cabeza para buscarlo, casualmente lo encontrara acomodado en una rama con el brazo estirado para saludarme con serenidad.

Inclino de nuevo mi rostro hacia el libro dispuesta a dejarme seducir por Carmen y su planeta transparente que ha llegado sin aviso para traerle a su madre muerta y una conversación pendiente que termina por hacerla desmayar. Buceo entre sus hojas, sin prisa y con alguna pausa que me devuelve a las palabras que me han hecho estremecer. Tomo aire una vez más. El otoño ha pasado de largo y noviembre simula ser enero con ráfagas de viento helado que me invitan a volver a casa. Llego hasta el último párrafo del primer capitulo y guardo el libro en el bolsillo. Demasiado frío, demasiada vida y muerte entre las manos, las mismas que tomaron a Martín Gaite para sujetar su historia entre los dedos, esas que saludan a ninguna parte y se despiden del lector que también cierra su libro y deja a Sandra suspendida en su trayecto de vuelta hacia nadie sabe todavía qué lugar.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Gracias por menear mi caso

Nunca pensé que hubiese tantas personas que hubiesen pasado por la situación similar a la mía de estafa laboral. Los casos son innumerables y las conversaciones sobre ello inexixtentes. ¿Cómo es posible que esta situación no esté en boca de todos? Miles de personas con necesidad de un trabajo están siendo explotadas y siendo víctimas de este tipo de violencia sutil, sin que los empresarios cabrones sean condenados y sancionados.

Sólo quería dar las gracias desde aquí a toda la gente que me ha apoyado a partir de mi artículo colgado en Meneame y a todos los que le habéis dado difusión. Es necesario que se hable de ello, es necesario que ese tipo de empresas y modos de trabajo se regulen y controlen. Ya está bien.

http://www.meneame.net/story/experiencia-despues-ser-estafada-trabajo-poco-largo-pero-real

Sin sangre

Estoy muy cansada. Creo que los dos tubitos de sangre que me han sacado esta mañana se han llevado la pequeñita energía con la que ando funcionando estos últimos días. Estoy agotada y eso que desayuné muy bien!

Nos deberían hablar más de la energía. Hablar bien, didácticamente, me refiero, no en plan sectario ni delirante: que si el cosmos, la energía universal y no sé que cosas más decía Coelho. Ahí que ver este hombre lo seductor de mentes que se volvió y lo coñazo que resulta ahora. Bueno, a mí, claro.

Yo pensaba en la energía esa real. La que existe por física y se mueve de aquí a allá. Que nos contaran cómo es la nuestra, qué hace, para qué sirve y qué podemos hacer con ella. Porque energía tenemos, no hay más que quitarse un jersey de noséqué material en la oscuridad y ver los "rayos" que desprende, acercarse a una piel desnuda y sentir lo calentita que está o notar la electricidad al tocar algo. En fin, que energía tenemos por dentro y por fuera y seguro que si aprendemos a utilizarla, descubrimos cosas más que interesantes.

Yo ahora no tengo, así que me voy a buscarla.

sábado, 29 de octubre de 2011

El libro como nuevo objeto escurridizo

Tengo una extraña tendencia a dejar a medias muchas cosas, sobre todo los libros. Me entusiasma empezar una historia nueva, sin embargo nunca consigo llegar al desenlace porque en la página cien como mucho, ya ando investigando algún otro título nuevo. No me pasa como a tanta gente que comenta que si empieza un libro tiene que terminárselo a la fuerza. Nunca entendí ese razonamiento.

Ahora tengo varias obras sin acabar, incluso lejanas relecturas del pasado, y algunos días me conciencio seriamente de que la lectura es una costumbre indispensable que debo alimentar en mi vida. Pero casi nunca consigo encontrar esa paciencia y serenidad que requiere el placer de la lectura: un espacio agradable, cómodo, silencioso. Una postura adecuada, largos minutos sin prisa, esa placidez interna. En un mundo a toda la velocidad se me escapa el hábito de la pausa y me gustaría rescartarlo de allá donde lo perdí. Recuperar la lentitud, hablar con las tortugas.

viernes, 28 de octubre de 2011

Te quiero porque estás no por lo que haces

Últimamente me he dado cuenta de cómo el exterior nos atosiga subliminalmente sobre lo útiles que debemos ser y la cantidad de cosas materiales provechosas que necesitamos tener. Y la manera más directa de conseguirlo es mediante el trabajo para demostrar nuestro valor en función de lo productivos que somos y a través del dinero para poder comprar muchas muchas cosas. Es decir: trabaja y hazte rico que así tendrás más valor, te sentirás mejor, y serás feliz. Ufff. Menudo cuento chino.

El problema es llegar a creer por uno mismo que la utilidad de una persona no está relacionada con la cantidad de cosas que es capaz de hacer, tampoco con que la haga en el menor tiempo posible, ni mucho menos con el número de posesiones que tenga. Y que ninguno de esos conceptos tiene nada que ver con el valor de alguien. Es más, que el simple hecho de estar o de dar de miles de otras maneras que no tengan por que ir asociadas al capital hacen que un individuo aporte y enriquezca, y por tanto, valga mucho más. Lo he descubierto en mi largo periodo de paro o de trabajitos pequeñitos y de corta duración. La sensación de no sentirte útil es la que más predominaba y aplastaba mi cabeza y cuando he encontrado nuevas vías de creatividad, entrega y utilidad he visto parpadear una nueva luz en el camino.

Qué gran satisfacción sentir que sirves sin tener que ser productiva ni reproductiva.

Cuántos matices tan sencillos se nos escapan y nos bloquean por un lado y por otro. Qué fácil parece a veces todo y en que poquitas ocasiones alcanzamos la lucidez.

Nada, que hoy me ha dado por eso.

Voy descubriendo a Tachenko


jueves, 27 de octubre de 2011

Happiness

Que un tipo de mediana edad un poco calvo y bajito silbe desenfadado mientras elige cuatro pescadillas en el mercado es signo de que está contento y como comentaba el otro día con un amigo la alegría hoy día además de ser un valor en desuso se está convirtiendo casi en una reacción temeraria. Eso leía ayer en una entrada de facebook: "La revolución de hoy día es la alegría". Y tanto.

A mí me ponen contenta muchas cosas. En eso tengo suerte, soy fácilmente felicitable, en el sentido de hacer feliz fácilmente. (Cómo me gusta inventar palabras) Una cosa es ponerse contenta y otra ser feliz. Lo primero es algo más circunstancial y transitable, lo segundo se refiere a un estado más prolongado, como un sentimiento de fondo que guía las acciones, las reacciones, las frases también. Yo me pongo contenta con gestos espontáneos, con sorpresas, con detalles sutiles, con la luz, los paisajes, los trayectos de tren o de avión, los olores a otoño, a coco, a colonia de bebe, a pastelería, a cebollas y ajo en la sartén... con la ternura, los juegos, las tonterías, las canciones pegadizas, los bailes, el calorcito. Y me hacen feliz las personas transparentes, las que son buenas sin proponérselo y no saben lo que es el interés. También la sensación de haber aprovechado el tiempo, el ejercicio caminando, nadando, con la bici, en la montaña, la calma (sobre todo interior), el aprendizaje, la literatura.

¿Cómo con tantas cosas seguimos con esas caras largas en el metro y esos suspiros de desdicha? Repitiendo el verso de Ángel González que conocí a través de mi amigo Daniel Rogríguez: Es cierto que en este tiempo hostil propicio al odio cada día cuesta más sonreír. Pero que no se nos olvide lo cotidiano, lo cercano, lo palpable porque eso lo tenemos y eso al fin y al cabo es lo que nos da la felicidad.

¡A ver si escribiéndolo aquí lo recuerdo a diario!

Escucho

miércoles, 26 de octubre de 2011

Mi experiencia tras haber sido estafada en el trabajo (largo, pero real)

A principios de septiembre me llamaron de una empresa a la que me había inscrito a través del portal de empleo Infojobs para hacerme una entrevista. La empresa se llamaba grupo LH según el anuncio en la web, pero cuando acudí a la oficina el único nombre que figuraba en la fachada del local era Sistemas de Seguridad y cuando posteriormente pregunté me dijeron que eran The Best Marketing. La oficina se localizaba en Doctor Vallejo 37 y cuando acudí unas 10 personas aproximadamente estaban esperando como yo. Entrábamos de dos en dos al despacho de un joven enchaquetado que era quién nos entrevistaba. Cuando fue mi turno entré con otra chica, no estuvimos en la sala más de 15 minutos y las preguntas no podían ser más básicas: aspiraciones, has dirigido grupos, y poco más. En el anuncio solicitaban RRPP para departamento de marketing pero en la entrevista no quedonada claro a qué se dedicaba la empresa, ni en qué iba a consistir nuestro trabajo: “somos una empresa en expansión, que está abriendo oficinas y que se dedica a promocionar productos de otras empresas” Poco más. A la salida nos dieron una tarjeta para que al final de la mañana llamáramos para saber si habíamos sido seleccionadas. Ese primer punto, ya resultó extraño.

Llegada la hora llamé por teléfono, qué casualidad, ¡había sido seleccionada! Por un momento me paré a pensar qué podía haber hecho o dicho para haber sido la elegida cuando lo único que sabían de mí eran cuatro datos irrelevantes que me habían preguntado en la entrevista y en un formulario que tuve que rellenar al llegar sobre si tenía pareja o a qué países había viajado. Habían visto mi curriculum también, ¿pero qué me diferenció del resto? A lo mejor tuve más cara de boba que los demás y les parecí un perfil estupendo al que manipular.

Me citaron al día siguiente para reunirme con el gerente. Pero al llegar a la cita prevista, sólo me encontré con un grupo de gente que salía de una reunión y un chico que me dijo que me fuera con él, que iba a acompañarlo en una jornada de trabajo para que así viera directamente si me interesaba el puesto. Al final de la tarde me dirían si había sido seleccionada. Segundo momento raro: ¿Pero no había sido seleccionada ya? La tarde consistió en ir hasta Villaverde Bajo con otras dos personas sin tener ni idea de a lo que iba. Durante el trayecto el chico me preguntaba sobre mi vida: aficiones, inquietudes, etc y me hablaba de las suyas. Al llegar fue cuando sacó el catálogo de lapromoción de las alarmas de Securitas Direct y me explicó que iríamos por comercios ofreciendo la promoción a los dueños. Yo sólo tenía que ver cómo lo hacía y preguntar lo que quisiese. Pregunté muchas cosas, es verdad, de cómo debía dirigirse uno al cliente, ventajas de la promoción, etc, etc. Al volver, 4h después, con el consiguiente gasto de transporte, el chico se reunió con el gerente y después entré yo en el despacho para quedarme a solas con el gerente. Me preguntó si me veía capaz de hacer ese trabajo y las condiciones laborales: por vender 4 alarmas al mes me pagarían 800e fijos y por cada alarma de más 100, 150 y hasta 200e según fuese incrementando el número. Tal como lo explicaba estaba bien y por lo que había visto no parecía tan complicado. El otro sistema de pago que proponía era directamente a comisión cobrando por cada venta  más que por la primera opción. Elegí la primera alternativa porque eso me aseguraba ganar un mínimo de 800e al mes, tal como me lo había explicado. Tenía que llegar a 4 alarmas y si hacía menos entiendo que me pagarían las que hubiera hecho. Pero su explicación no fue a más.

Empecé a trabajar al día siguiente. Cada día había que estar en la oficina a las 15.30h para que nos enseñaran el sistema de trabajo y empezásemos a practicar. Nos reuníamos todos los que estábamos (alrededor de 20 jóvenes de 18 a 35 años) en una sala en un sótano donde el líder que podía ser uno de los dos socios nos hacía gritar una especie de grito de guerra y nos motivabacon mil y una estrategia comunicativa que nos hacía creer, en definitiva, que poniéndonos las pilas y vendiendo alarmas a puerta fría nos íbamos a hacer millonarios, con cierto esfuerzo, eso sí. Era alucinante. Conseguía hacernos creer que un trabajo tedioso, aburrido, agotador e infravalorado por la sociedad nos iba a dar la felicidad y a convertir en las personas más ricas del mundo. Y todos salíamos de allí super motivados, convencidos de ello. Tercer momento preocupante. Me pregunto en qué clase de mundo virtual vivía yo para no darme cuenta de todas esas señales, pero como el ambiente era agradable y los jefes se encargaban de valorarte y hacerte sentir útil, pensé que no tenía muchas más opciones para ganar dinero. Máxime cuando llevaba un año en Madrid buscando un trabajo estable.

En mi primera semana vendí cinco alarmasO eso creía yo y eso me hicieron creer. Poco a poco fui descubriendo más cosas como que las ventas no terminaban con el simple hecho de que yo consiguiera que el cliente firmara el contrato. Después tenía que confirmarlo por teléfono, no arrepentirse cuando fuera el técnico a ponerlo, ni los 20 días después de prueba. ¿Cómo lo descubrí? Escuchando a los compañeros y con algún que otro comentario de mi jefe en días sueltos en el que me decía que estaba llamando a uno de mis clientes para ver si lo localizaba. Las semanas del mes de septiembre fueron pasando y la tranquilidad de los primeros días de mis 5 ventas y por tanto mis 900e al mes empezó a desaparecer. Un día mi jefe decía que no tal venta se había caído, otra que no sabía y así el número 5 iba oscilando y yo teniendo que trabajar más para asegurarme el dinero. Fue así como ellos te “invitaban” a que también trabajaras por la mañana para conseguir cumplir los objetivos. Y me ví a los 10 días saliendo de mi casa a las 08:30 de la mañana y volviendo pasadas las 11:00 de la noche. Tenía que comer fuera, pagar transporte y todo de mi bolsillo. Además, todos los lunes por la mañana había formación a la que “también era conveniente asistir” y algún sábado por la mañana reunión sobre la empresa y cómo hacer carrera en ella. Durante ese mes mi vida se redujo a trabajar, dormir y en ocasiones comer. Soñaba con alarmas, deliraba. ¿Nos estaban comiendo la cabeza? Desde luego aquello no era normal. Y a todos nos parecía lo más lógico del mundo.

Después de las dos semanas de prueba, en las que tenía que demostrar que era capaz de hacer dos ventas, firmé un contrato por obra y servicio en el que se reflejaba que mi salario sería según convenio. Al terminar septiembre, se acercaba el día de cobrar y yo no sabía que había sido de mis ventas. Ninguno de mis jefes me había informado, así que un día sin más se me ocurrió preguntar por ello (bendito el momento) la conversación en el metro con mi supervisor fue sencilla: “Por cierto, qué fue de las cinco alarmas que vendí este mes?”, respuesta: “honestamente, Sandra, no ha salido ninguna”, “Entonces eso quiere decir que…” No hizo falta que terminase “Sí, eso quiere decir”. Y ese querer decir se refería a que no iban a pagarme nada. Le dije entonces a mi supervisor que esa tarde no iría a trabajar y que no pensaba seguir un mes más trabajando mañana y tarde de casa en casa y de local en local, gastándome dinero en transporte y comida, haciendo ventas y sin saber qué va siendo de ellas y tener garantía cero de cobrar algo al finalizar el mes. Intentó convencerme de que me quedara, pero no lo consiguió. Esa tarde fui a la oficina para comunicarle a miotro jefe que me marchaba pero no apareció, ni llamó nunca. Fui yo quien le insistí con varias llamadas para vernos antes de firmar mi baja, pero fue imposible. Nunca podía.

Terminé por firmar mi baja y enviarla por mail para olvidarme cuanto antes de toda aquella pesadilla.

A los días, miré en internet. Parece que no he sido la única estafada y parece que el nombre de la empresa va cambiando según les conviene. En el enlace que os adjunto figuran más experiencias como la mía y todas las personas a las que se refieren existen. Yo misma las conocí: Ana, Christian, Roberto, Raquel…


A pesar de todo, sobrevivo. Gracias a los que me queréis.

Como debe ser

Pensaba antes en el bien y el mal, porque me encuentro muy a menudo soportando una presión inconsciente sobre lo correcto o incorrecto, el compromiso, el instinto y alguna cosa más. Y es que no lo tengo muy claro. Hay bienes y males evidentes pero otros muy sutiles que se han instalado en nuestro riego sanguíneo para alimentarnos exclusivamente de malestar y confusión. Educación, lo han llamado unos cuantos, moral...

Debería haber comido a una hora prudente, pero hasta este momento no me está dando hambre. ¿Eso está bien? me imagino un dedo por encima de mi cabeza reprochándome mis malos hábitos alimenticios... otra vez estamos en las mismas.

martes, 25 de octubre de 2011

Más allá de aquí

No creo en Dios, pero creo que creo en algo aunque no sé muy bien cómo es: ni su forma, ni tamaño, ni siquiera funciones. Imagino que en realidad es un recurso del cerebro, que se aferra a algo ante las adversidades, la incertidumbre y el desasosiego.

Puestos a elegir, creería en las hadas pero nos han dejado tan claro que no existen que me resulta francamente difícil dirigirme a ellas como salvavidas mirando al techo con las manos cruzadas. Será por refugios... los terrenales, los místicos, los que cuentan con ambas cosas: drogas, sectas, energías y esoterismos... Será por oferta de creencias.

Pues hasta en esto me hago un lío y tanta variedad sólo me aporta más confusión.

A lo mejor el truco está en empezar por creer en uno mismo, que me parece a mi que va a ser de las religiones más complicadas.

lunes, 24 de octubre de 2011

Donde se puede decir lo que siente

Nacho Vegas pone triste, pero tiene una voz que no sé. Y las letras. Las letras pueden ser poesía. Pero si fuera poesía escrita en un libro con una portada violeta y algún título especial, nadie lo leería y Nacho Vegas sería un desconocido. Un poeta entre sus amigos que podría haber triunfado.

Porque la poesía no está de moda, pero el rock indie sí. Muy de moda. Y es así cómo los jóvenes hablamos de emociones, a través de canciones con guitarras de fondo y voz exprimida. Así sí es lícito y hasta interesante sentir lo que siempre se sintió: amor, desamor, miedo, orgullo, rabia. Se salva el romanticismo así, camuflado, edulcorado, escondido porque crea vergüenza.

Quiénes somos.
Qué nos ha pasado.

Nacho, por si queréis escucharlo.

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